miércoles, 23 de octubre de 2013

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Octubre. Madrugada.
¿Es viernes? ¿Martes? ¿Lunes?
Mi séquito: runrunes
de lírica importada
del norte, de Alemania,
que brotan mi vesania.
¡Ah! Placeres comunes,
mudanza completada
(de ordinario cargada
de tormentos impunes).

Me empapo de progreso
siguiendo a la caterva,
y una gentil Minerva
me niega su embeleso.
Ya es demasiado tarde
para implorar su alarde.
Desde el monte me observa
impidiendo el proceso:
yo mendigo su beso
pero obtengo reserva.

La moderna vidriera,
con su níveo teñido,
acompaña al sonido
de un solista cualquiera
cuyo acento medroso
deteriora el hermoso
placer no complacido
de andar a la ligera,
como si amaneciera
buscando lo prohibido.